Manuel Ibarra
Hoy les presentamos de su autoría "Una Lección celestial"
En el pueblo la Esmeralda, vivía un hombre muy rico y poderoso llamado Dionisio López quien compartía una gran mansión con su hija Laura, rodeado de lujos y sirvientes no trataba a casi nadie en el pueblo, sólo el sacerdote visitaba la casa en contadas ocasiones y aprovechaba las conversaciones para recordarle el principio bíblico de ayudar al prójimo. Cuando Laura creció y cumplió quince años, Dionisio le organizó una gran fiesta, en donde la mayoría de los invitados llegaron de ciudades y pueblos lejanos. Por otra parte hay que señalar que los pobres habitantes de la Esmeralda, en especial el mocho Ricardo, el ciego José y el mudo Lorenzo le tenían aprecio y cariño a Laura ya que esta a diferencia de su tacaño padre, siempre les regalaba ropa y comida. LLegado el día de la gran fiesta, las mesas estaban repletas de manjares, comidas y bebidas de todo tipo y sabores, los invitados se divirtieron de lo lindo y ya entrada la madrugada cuando casi todos se habían marchado, Dionisio quien había comido y bebido más de la cuenta, decidió caminar un rato por los alrededores de la casa, en un descuido resbaló y cayó en un hueco cerca del portón principal de la gran mansión. Por todos los medios trató de salir, agotado y sin fuerzas comenzó a gritar pidiendo auxilio, en esos momentos una persona que transitaba por el camino se le acercó y le dijo: ¡Disculpe señor, quisiera ayudarlo pero no puedo, miré soy mocho de un brazo!.El hombre se alejó del lugar. Transcurridos unos veinte minutos, sintió los pasos de otra persona y gritando le pidió ayuda, el hombre le contesto: ¡Disculpe señor, quisiera yudarlo pero no puedo, soy ciego y uso un bastón para caminar!.Nuevamente ese otro hombre se alejó del lugar. Pasada una hora sintió otros pasos y clamó por ayuda, pero aquel hombre pasó por su lado sin oírlo. Visiblemente agotado se resignó a pasar la noche en aquel húmedo hueco pero entonces los reflejos de la luna le permitieron ver la silueta de un anciano que acercándose al borde del hueco lo saludo llamándolo por su nombre: ¡Hola Dionisio, escuché tus suplicas pidiendo ayuda, vi como se te acercaron un mocho, un ciego y un sordo, personas del pueblo, a las cuales tu por ser rico y poderoso despreciabas, recuerdas que hay que darle una mano al prójimo, tus ojos no veían que a tu lado vivían personas en situación de miseria y tus oidos nunca escuchaban a los que te pedían ayuda, ves como en estos momentos que estas en dificultad, todo ese dinero y lujos no te sirven para nada, espero que hayas aprendido esta lección!. Con lágrimas en los ojos, Dionisio se arrepintió de su mal proceder y ante el desconocido anciano juró por su amada hija, que a partir de ese momento sería un hombre nuevo y de nobles sentimientos. Aquel anciano le dio la mano para que saliera del hueco y cuando quiso darle las gracias, notó que había desaparecido en la oscuridad.
Agradecemos al escritor Manuel Ibarra, el haberse comunicado con nosotros para saludarnos con toda la buena onda y por permitirnos seguir publicando sus hermosos cuentos.
Muchas gracias amigos Mario y Oscar por publicar uno de mis cuentos más queridos sobre los valores "Una lección celestial".
ResponderEliminarQué honor leer este maravilloso relato que no es otra cosa que una gran parábola, y de verdad que él es un excelente escritor. Muchas gracias por darnos la oportunidad de leerlo, y por supuesto, mis sinceras felicitaciones al estimadísimo Manuel.
ResponderEliminar