miércoles, 16 de diciembre de 2020

Un simple ¿Cuento?, de Navidad


 



24 de diciembre de un año marcado a fuego en los corazones de todos los habitantes del mundo.

Mucho dolor, angustia, incertidumbre, enfermedad hambre y muerte.

Tocamos fondo, dijo alguien, era un hombre fuerte, alto y bien vestido.

Esto recién comienza, dijo otro, bajito, delgado, con unos pantalones gastados, pero limpios.

¿Qué será de nosotros?, dijo un tercero, de rostro regordete y bastante robusto, con la congoja bailando en su voz, quiero a mis padres, mis amigos…

De pronto se escuchó muy fuerte el llanto de un bebé.

Los hombres se miraron, estaban de espera en la antesala de la sala de partos, obviamente, esperando.

Los tres hombres quedaron mudos y expectantes.



Se abrió una puerta y una enfermera con el rostro cubierto con un barbijo preguntó:




¿Señor Rodriguez?

Soy yo, dijo el señor elegante, lo felicito papá, acaba de nacer su hijo, pesó 3,800 kgs. y está muy bien al igual que su mamá.

Los otros dos, también primerizos como él, lo abrazaron y palmearon su espalda con afecto y alegría.

Al rato se repite la escena del llanto, la expectativa de los dos que quedaban y la enfermera que sale y pregunta:

¿Señor Gonzalez?

Soy yo, dijo tenso y nervioso, el segundo bajito y de jeans gastados, felicidades señor, ha sido una niña, pesó 2,950 kgs. y está muy bien igual que su mamá.

Se saludan cordiales y emocionados, y tratando de calmar al tercero.

Pasaron los segundos, que se hicieron larguísimos minutos y cuando ya el último que quedaba había retorcido su remera, hasta dejarla hecha un acordeón, se oyó otro llanto, un poco diferente, diría en estéreo.

Sale al rato la enfermera y le dice al tercero, respire y alégrese, buen hombre, son gemelos, un varón de 2,700 kg. y una niñita de 2,450 kgs. y los tres  muy bien, contando a su mamá.

Los tres hombres lloraron de emoción abrazados y dando gracias a Dios.

Habían sido bendecidos con la llegada de sus descendientes y todo era felicidad.

Fueron para neonatología para conocerlos, unidos como si se conocieran de toda la vida.

Y mientras miraba esos rostros surcados de lágrimas de alegría, la enfermera pensaba…

Cómo les cambió la vida a estos papis, han nacido sus niños y olvidaron sus cuitas y pesares.

Esta noche renace otro Niño. Aquel que viene  a traer el perdón, la paz, la unidad y la dicha.

Festejemos su llegada con emoción y hagamos un pesebre en nuestro corazón para acunarlo durante toda nuestra vida.

Mientras Él esté allí, no habrá dolor, ni tristeza que pueda vencernos.



Porque Él es el amor sin límite, sin traiciones, sin discriminaciones, ni condicionamientos.

Es Dios mismo que ilumina desde ese momento nuestras vidas para siempre.

                         

“FELIZ NAVIDAD”

 

¡Qué la  llama viva del eterno queme sus dolores, sus dudas y sus sufrimientos! ¡Qué la luz de la Esperanza los cubra y que la Fe les de la fuerza para no rendirse jamás!

Hacer un culto del amor digno y la lealtad.

Mirar a nuestros semejantes como lo que son, nuestros hermanos.

                       

“FELIZ NAVIDAD”

 

Y recuerden que lo mejor de este momento único, no está en el arbolito, ni sobre la mesa, está alrededor y en cada uno de los afectos que alimentan y embellecen nuestra vida.

¡Qué Jesús inunde tu hogar de armonía, trabajo, sabiduría, paciencia, y la fuerza divina que nos regala salud y bienestar!

 

¡FELIZ NAVIDAD!

   ¡Gracias por acompañarnos por tantos años!

"Dios los bendiga"


Mario César Marini

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