viernes, 30 de mayo de 2014

George Bernard Shaw



Frases atribuídas a este genial escritor y político.

La estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno.

Cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber.

Cuando Dios creó el Mundo vio que era bueno. ¿Qué dirá ahora?

Las ideas son como las pulgas, saltan de unos a otros pero no pican a todos.

No tenemos más derecho a consumir felicidad sin producirla, que a consumir riqueza sin producirla.

No busquemos solemnes definiciones de la libertad. Ella es sólo esto: Responsabilidad.

La moda es una forma de fealdad tan intolerable que tiene que ser cambiada cada seis meses.

George Bernard Shaw
(Dublín, 1856 - Ayot Saint Lawrence, Reino Unido, 1950) Dramaturgo y periodista irlandés. Perteneciente a una familia de la burguesía protestante irlandesa, empezó a trabajar a los dieciséis años, por lo que terminó su formación de modo autodidacto. Cuando sus padres se separaron fue a vivir a Londres con sus hermanas y su madre, que era profesora de música (1876). En los años siguientes trabajó como periodista y crítico teatral y de música para diversos periódicos, al tiempo que publicaba novelas por entregas, si bien sin éxito; sus ingresos eran muy parcos, por lo que vivió en una relativa penuria. 
Tras entrar en contacto con la obra de Marx, se hizo socialista (1884) y pasó a formar parte de la Sociedad Fabiana, contraria al empleo de métodos revolucionarios para la transformación de la sociedad. La doctrina marxista se convirtió a partir de entonces en el principal referente de la brillante y ácida crítica social lo mismo de sus artículos que de sus obras literarias. En 1898 contrajo matrimonio con la irlandesa Charlotte Payne-Towshend, que procedía de una familia adinerada.
Sus trabajos como crítico teatral en el Saturday Review le dieron cierto renombre, gracias a sus críticas a los modos y las ideas del teatro victoriano, y su defensa del teatro de Ibsen; su capacidad como crítico musical se puso así mismo de relieve a través de sus elogiosos análisis de Wagner.
Por esta época orientó su producción literaria hacia el teatro, género en el que encontraría la mejor fórmula para desarrollar sus intenciones críticas y didácticas, y también el que le reportaría sus mayores éxitos. Su primera obra para la escena, Casas de viudos (1892), reflejaba claramente el influjo de Ibsen; en ella resulta evidente la intención didáctica que guiaría toda la obra de Shaw, cuyas piezas constituyen siempre, en cierto sentido, «dramas de ideas», y su finalidad crítica con las hipocresías y las injusticias sociales.
Lo mismo sucede con La profesión de la señora Warren(1894), donde el mundo de la prostitución le brinda la ocasión para su crítica al capitalismo; a pesar del tema y la intención de ambas obras, el tratamiento no adopta en ningún momento un tono trágico, sino que la trama y las ideas se aderezan con un humor ácido e incisivo, que será característico de su extensa obra dramática, y gracias al cual logró atraer a sus piezas a un amplio público, en su mayor parte procedente de las mismas clases medias que constituían el objeto de sus críticas.
En 1905, expuso en Hombre y superhombre su teoría de la humanidad como estadio más avanzado de la evolución de la «fuerza vital» hacia formas más espirituales. Divulgador de las ideas de pensadores como Nietzsche o Bergson, su teatro tenía más éxito en el continente que en su propio país, donde no logró el reconocimiento público hasta la representación de La isla de John Bull (1904).
A menudo se considera que la mejor comedia de Shaw es Pigmalión, cuya intención didáctica era inicialmente popularizar la fonética, pero que se convierte en una aguda crítica del sistema de clases inglés, a través del experimento del protagonista, Henry Higgins, quien pretende hacer pasar a una florista por una dama, para la cual le enseña dicción y, naturalmente, «buenas maneras».
La agudeza de los diálogos y el realismo que domina la mayor parte de las obras de Shaw le dieron una gran popularidad, por lo que al final de su vida se había convertido, paradójicamente, en toda una institución del incorformismo y de la extravagancia. Tras la vertiente humorística de sus obras, sin embargo, aflora siempre una conciencia crítica y pesimista, que sirvió a su vez durante largo tiempo como conciencia de sus contemporáneos.






Texto y foto extraída de internet.

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