Solo un sueño…
Anoche tuve un sueño que lastimó mi alma,
de tan raro, imposible, irreal, muy
curioso,
en el yo recorría los campos y los mares,
mil pájaros de nubes y un cielo
majestuoso.
Pedí al hermano viento, me prestara sus
alas,
con ellas hice cumbre por sobre el
universo,
pedí al hermano sol, que bien lo
iluminara,
cuando ascendí vi todo, como si fuera un
verso.
Océanos y bosques se me antojan papeles,
las montañas parecen, palabras alineadas,
las casas salpicón, de letras imprecisas,
los hombres y mujeres, puntitos, casi
nada.
Conversé con la Luna , pidiéndole consejo,
acerca del amor, del cual es fiel
reflejo,
me dijo que son tantos los que invocan su
nombre,
y tantos los que olvidan sus
promesas de afecto.
Que el hombre no comprende el valor de la
vida,
que juega indiferente a la guerra en el mundo,
que en lugar de sembrar semillas de
esperanza,
siembra muerte y miseria y dolor muy
profundo.
No conforme con esto me elevé hasta el
Lucero,
le pedí
una respuesta, por sabio y por anciano,
¿cómo lograr unirnos en paz y en armonía?
y me dijo, se logra, con amor entre
hermanos.
Y seguí recorriendo y las flores me
hablaban,
los árboles silbaban muy tristes
melodías,
los pájaros trinaban pidiendo por sus
bosques,
los
peces murmurando, por pureza pedían.
Y observé que los ríos eran abecedarios,
recorridos por niños que cantando reían,
y formaban palabras, dulces y sencillas,
mamá, papá, que para ellos, eran pura
alegría.
Y de pronto vi a un hombre, anciano
venerable,
que a su nieto enseñaba como un árbol
plantar,
le decía hijo mío, esta planta nos da
vida,
pues a ella debemos el poder respirar.
Y seguí ascendiendo, hasta llegar al
cielo,
y me encontré de pronto, cara a cara con
Dios,
su mirada era triste y con voz apenada,
me dijo, no aprendieron a vivir con amor.
Les regalé la vida, les di plantas y
flores,
los mares y los ríos, abundante comida,
hasta envié a mi hijo a que por ellos
muriera,
como una muestra más, de mi amor sin
medida.
Ve y diles hijo mío, explícales que aún
pueden,
que enriquezcan su alma del modo más sencillo,
que amen y respeten, que oren y no
olviden,
que la mortaja nunca ha tenido bolsillos.
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