viernes, 3 de abril de 2015

"Felices Pascuas"

Solo un sueño…
  
Anoche tuve un sueño que lastimó mi alma,
de tan raro, imposible, irreal, muy curioso,
en el yo recorría los campos y los mares,
mil pájaros de nubes y un cielo majestuoso.

Pedí al hermano viento, me prestara sus alas,
con ellas hice cumbre por sobre el universo,
pedí al hermano sol, que bien lo iluminara,
cuando ascendí vi todo, como si fuera un verso.

Océanos y bosques se me antojan papeles,
las montañas parecen, palabras alineadas,
las casas salpicón, de letras imprecisas,
los hombres y mujeres, puntitos, casi nada.

Conversé con la Luna, pidiéndole consejo,
acerca del amor, del cual es fiel reflejo,
me dijo que son tantos los que invocan su nombre,
y tantos los que olvidan sus promesas  de afecto.

Que el hombre no comprende el valor de la vida,
que juega indiferente  a la guerra en el mundo,
que en lugar de sembrar semillas de esperanza,
siembra muerte y miseria y dolor muy profundo.

No conforme con esto me elevé hasta el Lucero,
le pedí  una respuesta, por sabio y por  anciano,
¿cómo lograr unirnos en paz y en armonía?
y me dijo, se logra, con amor entre hermanos.
  
Y seguí recorriendo y las flores me hablaban,
los árboles silbaban muy tristes melodías,
los pájaros trinaban pidiendo por sus bosques,
 los peces murmurando, por pureza pedían.

Y observé que los ríos eran abecedarios,
recorridos por niños que cantando reían,
y formaban palabras, dulces y sencillas,
mamá, papá, que para ellos, eran pura alegría.

Y de pronto vi a un hombre, anciano venerable,
que a su nieto enseñaba como un árbol plantar,
le decía hijo mío, esta planta nos da vida,
pues a ella debemos el poder respirar.

Y seguí ascendiendo, hasta llegar al cielo,
y me encontré de pronto, cara a cara con Dios,
su mirada era triste y con voz apenada,
me dijo, no aprendieron a vivir con amor.

Les regalé la vida, les di plantas y flores,
los mares y los ríos, abundante comida,
hasta envié a mi hijo a que por ellos muriera,
como una muestra más, de mi amor sin medida.

Ve y diles hijo mío, explícales que aún pueden,
que enriquezcan su alma del modo  más sencillo,
que amen y respeten, que oren y no olviden,
que la mortaja nunca ha tenido bolsillos


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