Jorge Adduci
Al comienzo del año 2020,
año en que la humanidad se vio convulsionada, atacada y diezmada por un virus
al cual bautizaron coronavirus o COVID 19 que provocó una pandemia
terrible.
Previa a la aparición de
los primeros casos ya se escuchaban noticias de otras partes del mundo donde el
virus estaba actuando.
En nuestro país comenzamos
a preocuparnos con las lejanas noticias, hasta que el temido monstruo se
acercó. Fuimos tomando conciencia de la gravedad entonces se suspendieron
reuniones sociales, actividades deportivas y artísticas , educación en todos
los niveles y el hecho de frecuentar familia, amigos, viajes y
trabajos.
Nos encerramos en casa
perdiendo el contacto físico que se transformó en virtual. Así, se
comenzó a desarrollar la educación a distancia, consultas médicas,
psicológicas, trabajos y todo tipo de compras necesarias para cumplir con el
encierro forzado.
Las personas
mayores fueron ayudadas afortunadamente por los más jóvenes de la
familia o del barrio haciendo las compras que ellos necesitaban.
De esta manera se fue
desarrollando y adaptando la vida merced al tan temido virus.
Días antes de las nefastas
noticias, llegaron a mis manos varios plantines muy pequeños, nacidos de
diminutas semillas de tomates cherry.
Previa preparación de la
tierra y de alistar un cantero para que se desarrollen según su naturaleza,
sucedió algo que llamó mi atención: cuando al
plantarlos me di cuenta que uno y sólo uno quedó sin espacio y
relegado de sus pares.
Sin muchas ganas y con muy poca fe, lo planté en otro
cantero en compañía de especies ajenas a su naturaleza.
Al ver que progresaba su
crecimiento, ayudado por un tutor y bendecido por el agua y el sol, siguió su
camino presentándose sano y fuerte.
Lentamente comenzó a
mostrar sus frutos. No se conformó sólo con eso y en su intrépida y acelerada
carrera por el futuro, decidió explorar nuevos horizontes pasando a la casa
vecina, ignorando la actitud de los observadores, los cuales desconocían su
especie lo que motivó que poco faltara para truncar su desfachatez.
Alegremente siguió
creciendo y favoreciendo con sus frutos a ambos lados de los límites
permitidos.
MORALEJA
Este hecho real, también
lo podemos observar en la naturaleza humana quienes ante situaciones de extrema
gravedad, y al principio queriendo o fingiendo ser solidarios con los más
necesitados, llegan a un punto que reaccionan irracionalmente tratando de
“poner a salvo su pellejo”.
De la misma forma
algunos iluminados son ignorados y rechazados en ciertos grupos, pero a fuerza
de perseverancia y lucha llegan triunfantes al final del camino.
Como decía un amigo:
"detrás de un buen fruto hubo un buen agricultor" de manera que
nuestra generación fue ampliamente beneficiada por la excelente calidad de
maestros que pasaron a lo largo de nuestra vida.
Jorge
Adduci
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